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domingo, 9 de junio de 2013

AMOR HUIDIZO

Nuevamente se sintió dormir ... no era capaz de mantenerse plenamente consciente más allá de unos pocos minutos. Le vino a la memoria Simba, el gato que había dejado en casa. Su hija lo cuidaría...Pensó sin querer en el famoso gato del experimento, aquel que no se podía saber nunca si estaba vivo o muerto sin antes abrir la caja ... Podía estar vivo. También muerto. O ambas cosas a la vez o ninguna de ellas ... Se hacía siempre un lío cuando pensaba en ello.

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Ella le  había hablado de aquello en una de esas tardes lluviosas en las que se tenían el uno al otro; se hacían el amor con lentísima pasión mecida por la lluvia que,  afuera de los cristales de la ventana, caía mansamente, contínuamente. Llovía y se amaban; y se amaban más y más intensamente cuanto más y más salvajemente llovía. Ella le decía que el gato siempre estaría vivo mientras alguien lo creyera y contestaba él - "como nuestro amor, mientras ambos creamos en él estará vivo. Aunque fuera nadie lo vea, nadie lo sepa, .. Vivirá mientras lo vivamos,  lo arrullemos, lo acunemos, lo reguemos, lo cuidemos... " "Ahahahah!" Reía ella. "No hay que creer en nuestro amor. Lo que necesitamos es vivirlo, sentirlo, amarnos siempre. No como el primer día, porque entonces no nos conocíamos, sino como hoy que todavía nos apasiona". Y yo quedaba boquiabierto, hipnotizado ... No sabía muy bien qué quería decir pero sí sentía su amor en su risa, en sus palabras llenas de ternura y de pasión .. En su mimarme y envolverme de deseo, en sus abrazos y en la manera cómo jugaba con mi cuerpo, con dulce y golosa glotonería.

 No tenía nunca suficiente y me gustaba que así fuera. Jugaba y jugaba ... Me pasaba, suaves, los dedos por la espalda, recorriendo toda mi columna con una desesperante lentitud. Luego me giraba y, con labios tiernos pero firmes al mismo tiempo, me recorría de arriba abajo ... y de abajo a arriba .. sin detenerse ... desde la frente hasta los dedos de los pies ... y volvía a subir .... pasando junto a mi sexo sin tocarlo aún. Y yo me sentía morir en cada beso, en cada caricia ... Finalmente, la glotonería se imponía y entonces, ya sí, iba directa y sin vergüenza y cogía con firmeza su dulce golosina y la engullía con ahínco y, también, con delicadeza, disfrutandola... disfrutando cada sorbo pero siempre con cuidado de no hacerla estallar antes de tiempo ... Cuando sentía que pronto yo ya no podría mas, reposaba y se tendía  a mi lado y me decía, ansiosa: "Te toca ..." 

Entonces actuaba para ella como si me diera  pereza. Lentamente y pesadamente me giraba en la cama hasta quedar ojos contra ojos y se los miraba como para reflejarme en ellos y olas de locura onírica me invadían el cerebro. Le cogía un rizo rebelde de aquellos cabellos que tanto me gustaban cuando se despeinaba de dejadez. Le recorría con la otra mano las pecas que le decoraban el pecho y el vientre. Tenía, y todavía debe tenerla, una junto al pezón derecho, como si fuera un pequeño hijo ... Me gustaba mucho chuparlos, madre e hijo. Se erguían  como cuernos de caracol en día de lluvia y, a veces, se endurecían tanto que daban ganas de morderlos fuerte. Yo ya le conocía hasta qué punto podía hacerlos endurecer sin hacerle  daño y hasta donde podía morder ...

Poco a poco recorría el camino que los lunares me señalaban ... estaban puestos como hecho a propósito, comoallí puestos para que no me perdiera cada vez que volvía, como las migas de pan o las piedrecitas que se dejan en los cuentos para encontrar el sendero de vuelta ...
Cuando llegaba allí donde el bosque se espesaba daba un pequeño rodeo para dejarlo atrás y bajaba muslos abajo deteniéndome en cada centímetro de esa piel tan suave, retrocediendo un poco de vez en cuando para coger nuevo impulso y continuar descendiendo, lentamente. Los gemelos eran mullidos y se podían morder, atrapando pequeñas porciones entre los dientes. Pero lo que la volvía loca y la hacía gritar de verdad eran los dedos de los pies. Los besaba uno a uno, chupando suavemente primero, ansiosamente después ... Y chillaba hasta llorar de placer. 

Cuando acababa con ellos me encontraba de rodillas de cara a ella y, con aquellos piececitos como de muñeca de porcelana me abrazaba el pene y me hacía un masaje apocalíptico. Con el tiempo había aprendido a manejar los pies como si fueran manos, era una auténtica maravilla ...
Después recuperaba mi posición encima de su cuerpo y comenzaba a subir ralentizando todo lo que podía aquella ascensión. Aquello era una lucha entre querer hacer durar eternamente la llegada del éxtasis final y la concentración necesaria para conseguir que la explosión no llegara antes de tiempo ...
Mientras tanto, ella se estremecía con cada beso, con cada trozo de piel que estiraba con mis labios camino del centro del mundo. Cuando llegaba buscaba con la nariz el botoncito que activaba el último reducto de inmenso placer que quedaba para encenderlo. Y ese olor me llevaba directamente al infierno. Aquel bosque meloso soltaba el olor, el perfume, la esencia de su alma ... Y saboreaba los néctares que tan generosamente se me ofrecían. A veces lo aderezábamos con cava o whisky pero nada como el sabor salvaje y ebrio del zumo de mujer al natural. 
Ahora sí. Había llegado la hora. Con un entrecortado "ven", me atrae hacia ella y me besa con desesperación mientras me dice "entra!" Y su deseo es para mí la orden más esperada. Con la mía le busco la escurridiza lengua mientras entro en ella de un solo empujón. Es tan fácil cuando ya el camino es conocido y está tan bien lubricado ... Ohhh! Decimos los dos a la vez y nos empezamos a mover ajustando en cada vaivén nuestros ritmos hasta coseguir uno solo. Cada suspiro, cada gemido, cada bocanada de aire nos acerca más al cénit  de la felicidad .... Finalmente, doblándose los cuerpos el uno contra el otro en un último grito, me derramo dentro de ella que me recibe el aceite de la vida con un chillido ensordecedor mientras acabo los últimos latidos que me vacían del todo.
Aún abrazados, nos besamos. Sin aliento. Inspirando fuerte con la nariz mientras nos llenamos las bocas de los últimos restos de satisfacción ...


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Todo esto acabó de repente. Tras meses de encuentros a escondidas, de sexo infinito, de amor sin reglas ni compromiso ... Con una sencilla nota, como en las películas románticas: "Lo siento. No puedo seguir. No podemos terminar haciéndonos Daño. Te quiero ".

Desde entonces permanezco encamado. Teniendo a duras penas unos pocos  instantes de lucidez. Duermo y duermo tanto que ni siquiera soy capaz de saber cuando estoy despierto. Y cuando esto sucede sólo me acuerdo del gato y pienso que, finalmente, estaba muerto!

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