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miércoles, 22 de enero de 2020

ESPINAS

ESPINAS

   Le extrañaba que el rosal que le había regalado la abuela creciera sin espinas mas no le daba importancia. Creyó que era uno de los experimentos del yayo, afamado ganador en varios de los concursos florales de la comarca. Esta mañana, sin embargo, algo extraño y fuera de lugar le ha parecido ver en uno de los capullos que comienzan a florecer, una mínima diferencia que tal vez sea producto de su imaginación. Han comido los dos juntos, como siempre desde que él se jubiló y, mientras ella friega los platos y él fuma en el sofá, el run-run en su cabeza no deja de incomodarla. ¿Qué cosa será que no cuadra? Después se mete en la cama para su siesta diaria. Duerme unos instantes y despierta sobresaltada. El yayo sigue en el sofá, adormilado y con el pantalón lleno de ceniza. Sabe que no volverá a levantarse. Sale al jardín como una autómata. Se acerca al rosal. El capullo en el que se había fijado ha crecido desproporcionadamente. Sin sus gafas no puede verlo claramente pero cree adivinar cómo una boca se abre en él con muy mal propósito. Luís sabía que ella siempre se olvida las gafas así que deberá acercarse mucho.  Pensaba llevar esa rosa al concurso internacional...

miércoles, 8 de enero de 2020

SANGRE

Llegaste.  Mientras me desangraba llegaste, con tu cabeza pequeña y  tus grandes pechos danzarines. Llegaste.
El disparó me alcanzó algo más abajo del corazón, allá donde duele la hernia de hiato. No supe de donde venía. Estaba solo en la ducha con la mampara cerrada, los postigos de la ventana del baño con los pestillos echados. Sentí el aguijonazo y vi mi sangre mezclarse con el agua caliente, disolviéndose. Pensé un instante: “Psicosis”, “Carrie”. Resbalé hasta el plato mojado, el líquido rosado huía glogloteando por el sumidero. Empleé todas mis fuerzas en contener la hemorragia mientras gritaba tu nombre. Y llamándote reparé en el pequeño círculo hueco del plástico de la mampara. Como pude, miré a través de él y en la pared de enfrente, la que da a la salita, descubrí un circulo idéntico al primero, alineándose con él. Recordé los tres cuadros que tanto te gustaban. Colocados uno encima del otro siguiendo la altura de la pared componían la silueta de un hombre empalmado. Parecía como si el del medio no estuviese en su sitio. El dolor era cada instante más punzante. Llegaste marcando el ritmo de mi agonía con tus pies descalzos, el revólver humeando en tu mano izquierda...