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jueves, 13 de diciembre de 2018

SÍ, QUIERO

SÍ, QUIERO

Llegó, agazapado, el silencio. Se escondió en todos los rincones de la casa, asomando de vez en cuando la nariz por los umbrales de las puertas, respirando en el pasillo, aullando en la habitación a oscuras cuando se acostaba. Ayer aún había un resquicio para la esperanza pero nada cambió el guión. Esperó durante años ese momento en que seria libre mas ahora la libertad se presentaba apabullante y oscura. 

   Con la niña colgando del brazo caminó solemnemente los treinta metros hasta el altar mayor. La dejó junto a Javier, ámbos un escalón por debajo del sacerdote quien con una chillona voz aguda pronunciaba los votos para que la pareja los repitiese mirándose a los ojos, las manos entrelazadas. Uno de los anillos rodó bajo los primeros bancos y Pepe lo recogió y se lo entregó a su hija, su niña.

El resto del día transcurrió rápida y vaporosamente entre comida, lágrimas, baile y mucho licor y felicidad. Los chicos desaparecieron antes del vals. Pepe se acostó pronto en su vieja cama vacía desde hace años cuando ella se fue debajo de aquel autobús. Vacía como la casa ahora que se le llevan los ojos. Como su corazón vacío...