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jueves, 9 de noviembre de 2023

LA NIEBLA


Aconteció que llegó la niebla confundidora de voluntades y Fermín encegueció de repente. Todos los colores devinieron en blanco para sus ojos y dicho blanco llenaba todos los rincones. Aprendió a imaginar puntos negros en el horizonte que guiasen sus ahora vacilantes pasos, torpes e inseguros. Conoció cada pliegue de mis manos en los paseos matutinos por el bosque. Entrelazaba sus dedos nervudos con los míos, suaves e hinchados de artritis. No hablaba mucho. Solo decía de vez en cuando "ya están aquí". Y yo "Sí, Fermìn, puedo olerlos". Él decía que los veía, que los puntos negros dibujaban rostros en su retina. Y debía de ser cierto pues sus ojos se volvían azules o verdes según el día y negros de noche. Una mañana, después de bañarlo y mientras peinaba su abundante pelo cano, señaló tras de mí y pude ver el reflejo de una guadaña refulgir en su mirar ausente. “¿Lo ves, Pilar? Ya llegaron”. Y yo “Si, Fermín, siento el almizcle en el viento”.  Las calaveras rientes bajo los negros capuchones nos ofrecieron sus manos, nos llevaron con ellas pasito a paso y los colores volvieron.


jueves, 9 de febrero de 2023

TRILEROS

¿Dónde está la bolita?, me preguntaba Daniel. Su aura de prestidigitador me aturdía y el fondo de la cuestión era siempre el mismo: ¿Hasta cuándo? Estaba acostumbrado a engañar a los incautos transeúntes guardándose hàbilmente el guisante en el bolsillo. Yo le ayudaba en mi tiempo libre sirviéndole de cebo. Acordábamos de antemano donde se escondía el objeto las tres primeras veces y yo apostaba, acertaba y ganaba siempre, haciendo evidente a los curiosos la facilidad de aprovecharse del pobre chaval que creía poder  engañarles. Luego me alejaba y tomaba el sol en alguna terraza próxima frente a una fresquita caña de cerveza. Él llegaba siempre sonriente, siempre contento y me enseñaba los billetes de todo tamaño, de todo valor, de aquí y de allà -verdes, azules, marrones, $, €, £...

Íbamos luego a cenar a nuestros restaurantes favoritos. Entrábamos a las discos de moda donde no pagábamos porque conocíamos a los dueños o a los encargados, habitantes de la noche como nosotros.

Llegábamos a casa achispados y relucientes. Caíamos sobre la cama abrazados, con el jadeo y el latido del ansia entre la piernas. Yo las abría para él, ténuemente primero, descarada después. Sus dedos entraban en mi como las manecillas de un reloj a las diez y diez y el pulgar buscándome el clítoris y preguntando,siempre -¿dónde está la bolita..?