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jueves, 9 de noviembre de 2023

LA NIEBLA


Aconteció que llegó la niebla confundidora de voluntades y Fermín encegueció de repente. Todos los colores devinieron en blanco para sus ojos y dicho blanco llenaba todos los rincones. Aprendió a imaginar puntos negros en el horizonte que guiasen sus ahora vacilantes pasos, torpes e inseguros. Conoció cada pliegue de mis manos en los paseos matutinos por el bosque. Entrelazaba sus dedos nervudos con los míos, suaves e hinchados de artritis. No hablaba mucho. Solo decía de vez en cuando "ya están aquí". Y yo "Sí, Fermìn, puedo olerlos". Él decía que los veía, que los puntos negros dibujaban rostros en su retina. Y debía de ser cierto pues sus ojos se volvían azules o verdes según el día y negros de noche. Una mañana, después de bañarlo y mientras peinaba su abundante pelo cano, señaló tras de mí y pude ver el reflejo de una guadaña refulgir en su mirar ausente. “¿Lo ves, Pilar? Ya llegaron”. Y yo “Si, Fermín, siento el almizcle en el viento”.  Las calaveras rientes bajo los negros capuchones nos ofrecieron sus manos, nos llevaron con ellas pasito a paso y los colores volvieron.