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viernes, 12 de marzo de 2021

BERTA

BERTA

Berta era obediente sobremanera. Aprendió a distinguir los colores y también a nombrarlos: blanco y negro, primero; después, rojo, verde y azul. El amarillo siempre se le resistió, al igual que los colores complejos, excepto el añil. Nunca utilizó las manos para pintar. En cuanto mamá se descuidaba -también aprendió a decir "mamá"- le robaba los pinceles, se los acomodaba en la boca y,  mojándolos en la paleta que aquélla olvidaba en cualquier parte, los mezclaba y pintaba las paredes. Torpemente al principio pero mejor día tras día. Una noche mamá vio luz en la buhardilla, subió sigilosa y observó, entreabriendo la puerta. Allí estaba Berta, pintando el lienzo que, blanco, parecía esperarla. Mamá no dijo nada. Al amanecer, mientras Berta dormía,  fue al desván y vió la tela: Van Gogh, autoretrato, aún fresco. Le siguieron, sucesivamente, Los girasoles, Arlequín, Las dos majas, los relojes blandos y un sinfín de copias perfectas. Los museos, poco a poco, fueron perdiendo los originales de sus obras más cotizadas. Nunca se dieron cuenta. En casa, nos acostumbramos a los lujos. 

Berta murió a los trece años, con un lastimero ladrido al despedirse...