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martes, 19 de mayo de 2020

PRIMOS

PRIMOS

Después de comer mamá nos manda a dormir la siesta. No nos apetece en absoluto así que empezamos a jugar. Tía Mamen nos riñe a través de la puerta entreabierta –Ssstt, que estamos viendo la novela. Siempre igual. Nos tumbamos en la cama mirando al techo desconchado por la humedad que baja de la azotea cuando llueve, serpenteando oscura por las paredes. Soy poco mayor que mi prima y tengo una idea –¿Jugamos a papas y mamas? Nos quitamos la ropa e intentamos hacer lo que hemos oído que hacen los mayores cuando duermen juntos. Que aburrido! -¿Cómo pueden hacerlo? Es imposible. Yo venga estirar la cosita y ella venga intentar abrir la palomita.
–No se puede, digo. Creo que mi hermana nos engaña. Así que nos vestimos y agarramos los revólveres, saltando en la cama y escondiéndonos debajo -Piñao, piñao, estás muerto. Me dejo caer al suelo y el estruendo trae de nuevo a tía Mamen. –Venga, ya está bien. A merendar, que nos vamos a los caballitos. Llega la noche y la oscuridad nos devora con su incertidumbre.
El despertador camina por la mesita a pasitos cortos –¿Ya? ¿Tan pronto?. Mientras preparo café mi prima despierta a los gemelos para llevarlos al cole después de desayunar.

martes, 12 de mayo de 2020

EL CASTILLO



En verano, la nieve caía blanda. El personal de limpieza amanecía drogado los domingos y todos juntos se bañaban desnudos en el río cuando no estaba helado. Salían con los cuerpos amoratados pero completamente depejados. Tan solo dos de ellos escapaban del remojón. Se dedicaban a encender la chimenea y empalar los alces que devorarían para el almuerzo. Bajaban a la bodega donde almacenaban el vodka fabricado el último año. Los días festivos eran así en el castillo de Novosibirsk cuando el conde estaba con el Zar en Stalingrado. Muchos de ellos morían en estas fiestas y entonces eran pasto de sus compañeros en las noches sin luna cuando estaba cerrado.