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sábado, 28 de marzo de 2015

ROJO

Rojo
Como un hálito de ansia
Hecho añicos
Como un pedazo de ti
Llenando mis ojos
De afilada pelusa
Roja
Como la sal desgranando
Las heridas abiertas
Todavía
Como un resoplido
Deshilachado
Rojo
Como la áspera vergüenza
Que ahora consume
El poso de esperanza
Que me ofreció tu nombre
Rojo

domingo, 22 de marzo de 2015

NADAR DE ESPALDA

Muero en tus labios

Entreabiertos
Masticando esa sonrisa
Que me encanta
Nado de espalda
Captando bajo mi cuerpo
El tacto ligero
De tus muslos

Abro el camino misterioso 
Sin prisa ni pausa.
Bebiendo el anhelo 
En un suspiro sin viento
Caramelizando tus pezones 
A punto de cruz 
Sorbiendo hasta el fin
Sin dejar de enjabonarte

Me agrieto en una desazón
Que me empuja por dentro
Borrándome
Miro afuera y no vienes
Todavía
Por el camino de siempre.
Extiendo el cuello al cielo
Y grito tu nombre.

Adivinarte las palabras
Que me escondes
Soñar que me buscas
Más allá del sol, del viento, 
De la mar
Soñar encontrarnos
Esparciendo la tormenta
Más allá de los besos estrenados
Pensando que todo es nuestro.

Húmedas metáforas.

Que no seas el objetivo
Sino tan sólo
La consecuencia

Me muero de encogimiento
De tanta lluvia empapando
Todo el enojo y tanta ansia
De quererte reluciendo
En mi cama, en mi prado.


Me muero
Y tendré bastante 
Con un boca a boca profundo
Lamiéndote la espuma 
Del café en los labios

Porque
No sabes cuánto deseo
Deviene llanto en la espera
Cuánta espera, desazón,
Cuánta sombra toma 
Los espacios vacíos 
Cuántos espacios sombríos
Me asedian

Y todo, al fin, 
Es más que lluvia de estrellas
Si puedo saborear
La acidez 
De un buen kiwi a medianoche.

DESPUÉS DE LA LLUVIA


  Sobrevino el silencio después de la lluvia. Como un borrón de tiza quebrada en una pared blanca. Como un estruendo repleto de despedida urgente. Como aquellas gotas que se hinchan y estallan en los adoquines, redondeados de tanto ir y venir pesado, mirando hacia arriba sin sentir nada. Ni el viento, ni la nieve ni siquiera el duro granizo de tus gritos. 

   Caminar siempre adelante sin paraguas, encontrar nuevos cobijos y firmes senderos. Escuchar una nueva voz besándome. Perder de golpe la vergüenza y lanzarme sin red a lo más profundo de tus brazos. Encender de nuevo el deseo y no detenernos. Descifrarte cada espacio vacío, tener la certeza de que me quieres tuyo y nos bastará,  después, con mirarnos a los ojos. Porque siento que eres el tren de medianoche. Porque acaso no lleguen màs, no haya más, ninguno más, y mañana no quiero despertar helado y sin billete en una estación desierta.

  Y, sin embargo, la confusión llena de miedo la travesía. Miedo de retroceder esquivando tus cabellos. Miedo de no saber apartar la niebla de ninguna de tus sonrisas. Miedo de que nuestros miedos se nos coman crudos y no seamos capaces. Miedo de los frenos que nos atan los pies y esposan nuestras manos.

   Vivir nuestra banda sonora tras los cristales del autobús viendo caer, mansa, la lluvia que nos acuna mientras el rugido del motor nos adormece sin sentir,  abrazados en el calor de un sueño compartido. 

 Y sentirme tan extraño que no quiera llegarte tarde. 

   Verte como un dibujo que toma forma poco a poco. De líneas que se solidifican en un papel blanco por estrenar. Y desearte a pesar de todo. Sin mañana, sin ayer, sólo ahora que las estrellas nos sonríen y nos hablan al oído, susurrándonos suavememte que no nos rindamos.  Porque el futuro, aunque arisco, todavía nos pertenece.

ADIVINARTE

Advertir de repente
Que si no estás me pierdo.

No creas que soy 
Cheque en blanco.

No creas, tampoco,
Que en esta hora liviana
Sabrás leerme para siempre.
Pués mis letras
Son torcidas con las luces
Apagadas.

Tan sólo lleno páginas
De plástico en blanco y púrpura
Sólo leves pensamientos 
De ti sin ropa 
Galopándome a golpes
De viento y escarcha

Tener la bola de cristal

Adivinar 
Todos tus pensamientos
Encerrados
Y cerrar los candados
De las esposas
Del tiempo.

Enderezar los caminos
Avanzando de traspiés.
Nunca, nunca, 
Recuerda, nunca,
Conseguiremos llegar
Sin tropiezos.

Levantémonos fuertes, pues, 
Y hagamos camino
Que el día se nos funde
En los párpados.

domingo, 15 de marzo de 2015

FUEGO

FUEGO

Baja
La fiebre
Por los agujeros de la camisa.
Desprende
Aceite de fuego,
Migajas de sexo hirviendo.
Atrapa
Tu cuerpo
Chispeante de hielo
Tu nombre.

Hoy,
Que te olvido, relampaguea
Un punto de luz negra
Preso en un cabello roto.
Hoy
Que compongo tus formas 
Translúcidas 
Escondidas tan lejos.

Besos
De refugio incierto,
De lluvia bajo una estrella
Que tiembla de frío.
Besos
De fuego escondido
En tus muslos
Cerrados.
Besos de carbón
Ahumado.

Humeante
En un roce de tu piel
Caliente.
Cerrar los ojos
Y ver el tacto suave
En cada pedazo de poro
Abierto.
Relamerme sin vergüenza,
Deshacerme de ansiedad.

Imaginar
Espejos rotos,
Olor de nubes de azúcar
Tambaleándose.
Vertiendo de refilón
Deseos del calor
Que prometías
Ayer,
Bajo las sábanas
Aún blancas.

sábado, 7 de marzo de 2015

LLUÉVEME

Lluéveme sin prisa
Gota a gota, grito a grito
Hazme charco bajo ti
Písame con los pies desnudos
Borrando mi imagen
De las frías olas 
De un invierno sin ti.

Ahora ...

Me acogen las certezas
De tus pensamientos
El color de tu mirada
El calor de tu sexo.
Me retiene cruel el deseo
En tus muslos.

Ahora...

Rehazme otra vez
Antes que se evapore 
En una mueca
De desconcierto
Mi reflejo ondulado.
Esparce mis copos 
Por tus pechos endurecidos.

Ahora...

NO ENTIENDO TUS OJOS



Ya no entiendo tus ojos 
Murmurando mudos reproches. 
No veo lucir tus cabellos 
Bajo la luna llena
Ni acercárseme
El vaivén de tus caderas. 

Buscarás mi alma 
En el desierto polvoriento 
Y no encontrarás migajas 
Sin deshacer el hechizo,
Sin batir la estéril arena.

En una inmensa nada 
Permaneceré hasta mi retorno
Con los labios secos, 
Con el cuerpo abierto 
Esperaré la llegada 
Del sol en tus ojos.

Porque hoy
Sólo escucho el ruido 
De un portazo
De rodillas en la oscuridad 
De una cama fría y desconocida.
Sólo el escalofrío
De un suspiro retenido.

UN AIRE LIVIANO


Como las patas de una mantis 
Te frotas las manos 
Antes de atraparme. 
Como si quisieras decirme 
Que no me acerque todavía

Como un aire liviano me rodeas
Trayendo la espera blanda
De tus manías.
Sacudes los remolinos
Traviesos
De los envueltos rizos
De la noche

Y presiento que ...

Lo que no escriba hoy,
Tal vez,
No lo escribiré nunca

Porque los buitres 
Vuelan bajos de madrugada
Se te meten en un ronquido 
Y te ahogan

Lo que no te diga hoy,
Tal vez,
No lo sabrás nunca

Porque las luciérnagas
Enseguida se esconden
Y el juego de los disparates
Termina. 

OLOR ANIMAL

Voy a soñarte de día
Que de noche no te encuentro
Porque la siesta te pertenece.
Pizca de sol 
Entre sábanas vírgenes
Perezosa ternura
Meciéndose insolente.

En la inmensa planicie, 
Acostado cerca del río,
Afilo mis garras 
Esperando que un instante 
De debilidad te haga recordar 
Mi presencia. 

Me acerco sigiloso
Bajo la luna encendida
Respirando la mudez
Profunda de la noche
Te rodeo, te escucho,
Esparzo en la noche
Mi olor animal.

REPRODUCCIÓN ALEATORIA

   Activo la reproducción aleatoria de mi carpeta de canciones y me aparece, del fondo del último cajón, "Because The Night" interpretada por Patty Smith. Ahora sé que es de Bruce pero entonces ni tú ni yo lo sabíamos. Porque sólo era nuestra, como la noche, que nos pertenecía. No deseábamos que llegara el amanecer para robarnos los sueños ... Sueños ... ¿Dónde están ahora? Dónde estás ahora que sólo esta canción me hace reencontrarte

   A destiempo, llegas por el tragalúz como un viento de verano lleno de ansiedad, como un fuego celoso sin lavar, lleno de deseo incuestionable, como el aliento de un fantasma inesperado. Viéndote llegar desnuda, extiendo las alfombras aquellas en las que nos amábamos antes de que te fueras, siempre en el mismo lugar, nunca en la misma postura. Inventábamos cada noche nuevos roces y cada día nuevas y excitantes variantes. Mientras tanto, huye el tiempo más allá de las piedras calientes chamuscando el verde enojo con un solo resoplido, un único clamor por detenernos, por estremecernos en un instante congelado. Y te revivo como si fuera ahora, con la boca esperando mis labios, con nuestras lenguas jugando al escondite hasta el ahogo. Aquel desvestirnos inquieto y torpe, esa camiseta sudada, aquel sujetador imposible, aquellas húmedas braguitas, aquella excitación imparable. Te recorría desde el cuello hasta el vello del sexo y subía de nuevo hasta el ombligo profundo mientras con los dedos removía la hendidura hasta que hervía y chorreaba y después te los ponía en la boca para que supieras tu sabor. Entonces el ansia te exprimía y me quitabas los calzoncillos de un tirón furioso, a veces me hacías daño. Te gustaba sorberme como un helado de menta y chupar y chupar hasta poner los ojos en blanco y hacerme ver la línea del túnel en cada desprendimiento del miembro dentro de tu garganta. Te hacía girar y ofreciéndome las nalgas te olía el culo y bebía tu zumo, gota a gota, con la lengua, como los gatos cuando beben leche de un cuenco pequeño a tientas. Hasta que no podíamos más y todos los fluidos invadían nuestras bocas y nos costaba mucho cada aliento...

   Se acababa la canción y tirábamos atrás la cinta con aquel aparato que chirriaba, estridente. A menudo se enredaba y, con paciencia y un bolígrafo, la demadejábamos. Y volvíamos a empezar. Nos mirábamos a los ojos como si fueran universos de colores y nos veíamos cada uno en las pupilas del otro. Como si nuestras almas hubieran permanecido secuestradas para siempre. Un beso largo y apasionado, con los resabios aún frescos, era la señal de la reanudación. Te ponías sobre mí y, poco a poco y con una precisión perfecta, hacías el ajuste necesario para empezar a cabalgar. Me gustaba sentir cómo el glande emergía a medida que entraba dentro de ti y cómo con la vagina hacías tope en mi vientre. A veces pensaba que todo mi yo, entero, se perdería dentro de ti. Me montabas salvaje, primero con las manos tomando fuerza en mi pecho en cada vaivén y después galopando desbocada con los pechos arriba y abajo y la cabeza hacia atrás, reluciente de sudor todo tu cuerpo.  Me exprimías hasta que no podía más y me vaciaba dentro de ti en medio de sollozos y gritos de euforia. Gemías ténuemente y te dejabas caer sobre mí aun espatarrada y me besabas húmedamente y nuestras babas se mezclaban y los sudores soldaban nuestros cuerpos en unos instantes inacabables en los que nuestros respiros eran uno sólo y nuestros corazones latían al mismo ritmo.

  Nuevamente, rebobinàbamos. El tercer asalto estaba a punto de empezar. Me levantaba con el cipote colgando, me daba la vuelta y me ponía de rodillas ante ti, aún abierta. Te cogía un pie. Los dedos parpadeaban pensando que me los quería comer. Los saboreaba uno a uno, con suavidad. Te removías entre espasmos y cosquillas y chillabas fuerte. Subía por los tobillos y los gemelos, las rodillas y el interior de los muslos hasta alcanzar el dulce de la entrepierna donde buscaba afanosamente el punto de encuentro. Me entretenía pacientemente hasta que tus aullidos me decían que me querías dentro otra vez. A veces tenía que prolongar más la comida, haciendo tiempo para la resurrección de los muertos. Cuando sentía de nuevo aquella tirantez que me tensaba la cuerda era el momento de poseerte, de sentirte aún más y dártelo todo, todo, todo ... te cogía las piernas encajando el interior de los codos con el interior de tus rodillas. Te las levantaba ligeramente y sin tocar bordes entraba dentro de ti de un solo empujón. Ya no estábamos para tonterías.  Empujaba y empujaba y levántabas el vientre arriba, arriba. La fuente manaba rezumando un licor dulce y salado, amargo y viscoso, empalagoso y enloquecedor que inundaba las mantas encima de las alfombras y provocaba manchas de aceite del tamaño de autobuses averiados. A mí, a estas alturas, ya me costaba más y entraba y salía desesperadamente entre gemidos, gritos y aullidos ... Una último arreón, potente, profundo,  final, me estremecía entre los infinitos espasmos de locura que compartíamos, el último aliento, el último espasmo, un último suspiro. 

El "chac" del final de la cinta marcaba el punto sin retorno. Nos abrazábamos de lado y nos dábamos besos dulces y sonreíamos. Comentábamos si era o no era cierto el mito de que Patty se masturbaba mientras estaba sobre el escenario. No lo supimos nunca pero nos gustaba pensar que sí.

Hoy, del fondo del último cajón, me ha llegado tu imagen y he jugado solo, a regañadientes, deseándote. He pensado que quizá a la misma hora salías del cine con una sonrisa después de ver a Grey.

   Grey ... 

   Ese aprendiz...

   

   
 

EL CERDO

Había quedado a las cuatro i media para salir de pesca con Bernat. A las tres de la madrugada el whatsapp echaba humo:

- Cerdito mío, me comerás la papaya hoy? Sabes que me gusta jugar...

- Y tanto, putita mía! Me la menearás con las tetas? Me encanta cuando lo haces de esa manera ...

- Abro las piernas y te espero, cerdo, que eres un cerdo ...

- Si, sí, lo soy. Soy tu cerdo.

   Cándido no podía creérselo. Aquella amiga de su mujer le estaba provocando y él, hombre al fin y al cabo, se dejaba hacer. Y la verdad es que no se conocían. De nada. Ella le enviaba WhatsApp con las fotos de las clases de yoga de Mari, su mujer, que no tenía la aplicación ni la quería y, poco a poco, se fue liando la madeja y las conversaciones se hicieron, noche a noche, más picantes. Mari trabajaba hasta la madrugada y él se distraía. Hasta llegar a tener verdaderas experiencias sexuales vía móvil. Al menos, eso era lo que se decían entre ellos, que a saber si era o no era verdad:

 -Me has puesto muy cachonda y me has hecho correr hasta cuatro veces. Quiero que pienses en mí y no te vayas a dormir con la verga dura. Hazte un solitario a mi salud ..

 -Lo estoy haciendo, mala pécora.

   Las cuatro. El chillido de la alarma le despertó súbitamente con el canto de un gallo preso en la pantalla. Cándido, que se había dormido con el pene en la mano, despertó repentinamente ... 

-Pia, Cerdita mía... Bernat... Joder ... La pesca ... !!!!! 

Se vistió a toda prisa. Había dormido en pelotas pensando en Pia, que así se llamaba la juguetona amiga de su mujer.

Ya tenía todos los utensilios en el coche así que bajó volando hasta el garaje, puso en marcha el motor y dando gas a fondo salió chirriando entre una polvareda que lo nubló todo durante unos instantes. Habían quedado de encontrarse directamente bajo el puente de las lechuzas, más allá de la presa, donde las aguas eran calmadas. 

  Bernat ya estaba allí a pesar de ser aún de noche. Se saludaron y charlaron un poco del tiempo y de las expectativas de la pesca. Hacia la hora y media que hacía que tenían paradas las cañas y sin el más mínimo indicio de captura inminente escucharon un grito a través de la niebla. 

-Ieepp !! ¿Qué piensan pescar, ustedes, aquí? No hay peces. Quizás pesquen unas ramas muertas...

Un anciano que pasaba de camino hacia el huerto, con la azada al hombro y un perro patán tras de sí se mofaba de aquel par de pijoteros fuera de órbita.

-No lo saben que desde el crimen de los cerdos se fueron, los peces?

-¿Qué crimen.? Y qué tienen que ver los cerdos con los peces?

-Amos, venga ya!!  De La ciudad tenían que venir, carallo!! Escuchenme,  que sólo lo contaré una vez que si no ... todo se sabe, aquí ...

   "Hace algunos años, un hombre de la ciudad a quien gustaba mucho la pesca llegó todo empincelado y con una caña demasiado cara para los peces de pueblo. Iba solo. Estuvo todo el santo día con la caña parada y nada. . A veces se hundía la boya haciendo sonar los cascabeles y la caña se cimbreaba como si se fuera a romper por medio. El hombre recogía y recogía rápidamente y el peso le hacía imaginar el tamaño del pez. Cuando estaba a punto de sacarlo la caña rebotaba disparada hacia arriba y el anzuelo, desaparecido, se perdía río abajo. El hombre, más nervioso cuanto más tiempo pasaba, sentía enrojecer de ira su rostro pecoso. Cuando ya oscurecía el día y el crepúsculo empapaba de azul y rojo el horizonte, una gran tirón sacudió la caña grande. El hombre tuvo que hacerse fuerte con los pies en el suelo arenoso para recoger el hilo sin ser arrastrado. Pero fuera lo que fuera lo que tiraba con tanta fuerza que amenazaba con romper la caña, parecía bien prendido en el anzuelo. El agua dibujaba violentos surcos donde se sumergía el hilo de nylon. El pescador daba y daba hilo a fin de cansar a la bestia. Pronto se agotaría el hilo del carrete y el pez tiraba cada vez más furiosamente. Cuando ya era noche cerrada y después de más de dos horas de lucha, parecía que el animal ya no tenía más fuerza. El hombre, con el rostro rojo y desencajado, recogía hilo poco a poco. Se sentó en el húmedo suelo del atardecer, agotado. Seguía haciendo girar la manivela del carrete. Pronto podría ver la cara de aquel pez tan testarudo. Emergió la boya. Un metro más ... Antes de que se diera cuenta y como si hubiera estado esperando el momento, una enorme bestia saltó volando desde el fondo del río. Mediría más de dos metros. Una carpa gigantesca de escamas doradas y cola de orca, se elevó del agua viscosa batiendo el aire polvoriento. Con los ojos muy abiertos de miedo, el hombre sólo tuvo el tiempo justo, en el último aliento de sus días, de ver en un instante infinito aquel animal con cuerpo de carpa, cola de orca y cabeza de ... cerdo . "

- Y usted, señor, quiere que creamos tamaña estipidez. 

- Yo no quiero ni dejo de querer. Sólo les aviso. Aquí ya no hay, hace tiempo, peces.

Cándido no creyó nada de aquella leyenda. Bernat no decía nada pero los ojos le chispeaban de una forma extraña. Eran las once y Bernat propuso dejarlo.

    El ronquido de un motor desvaneció el silencio del bosque. En el camino, el 4x4 se detuvo junto al margen queconducía hasta el río. Una mujer rubia, redondita y de tetas espectaculares que saltaban arriba y abajo mientras bajaba hacia ellos con un trote ligero, se les aproximó. Aunque Bernat no parecía sorprendido, ambos hombres cruzaron sus miradas, a la expectativa. La mujer se dirigió directamente a Cándido, decidida. Sólo le permitió el tiempo necesario para que pudiera fijarse en sus ojos azules. Sacó una enorme faca del bolsillo del culo de los pantalones y con una fuerza descomunal lo abrió por el vientre diciendo: 

   -Hola !! Cerdito mío!!! Cómo de dura la tienes, hoy?

   Seguidamente, limpió la navaja con cuatro matorrales que lanzó al agua. Se acercó al Bernat. Lo besó en los labios, profundamente. Entre los dos, hicieron migas a Cándido, haciendo bolitas del tamaño de garbanzos pequeños y los lanzaron al río para cebar los peces que habitaban aquel tramo. Aquellos peces mutantes hechos de cola de ballena (poseían los genes de la orca Ulises, extraídos por la chica cuando trabajaba de becaria haciendo prácticas en el zoo), cuerpo de carpa (los peces originarios) y cabeza de cerdo (todos los cerdos que habían visitado el whatsapp de Pia).

   -Vamos?

   -Venga!! Que se hace tarde!!
   
   -¿Sabes qué? Ya me he cansado de tanto yoga. Han abierto un gimnasio nuevo. Haré Zumba !!!


   David miraba las fotos de Gisela haciendo Zumba. Un aviso del Whatsapp lo distrajo:

   - Hola, Cerdito mío, qué me vas a comer hoy? Sabes que puedes hacerme lo que te apetezca, todo lo que quieras. Mi culo es tuyo. Me gusta la lechecita caliente deslizándose por mis pechos. Te vas a dormir con la polla dura ... ???


                                                                      FIN



** Todo lo que puedas imaginar puede ser posible. Incluso aquello que nunca nos atreveríamos imaginar. Pero todo, todo, está dentro de tu inconsciente. Quieras no quieras.






   



ÍNTIMA DEMENCIA

Arrastrarme por el tiempo indomable 
Nadando en piscinas de alquitrán 
Y no avanzar más. 
Permanecer inmóvil 
Esperándote aparecer de la nada 
Y respirarte.

Olerte en una nube
De jugo de fresa,
Caminar siempre torpe
Con los bolsillos mojados
Y aún así seducirte
Sin hacer nada

Íntima demencia caótica
Nítida presencia sulfúrica 
Lástima de ausencia cárnica.
Piel y pelos en la gran voz
De los cerdos echando mal de ojo 
En el horno de la noche.

En un esguince
La boca llueve, constante,
Palabras de intenso miedo
Descolorido
Grises perfumes opacos
Empapan de espuma espesa
El aliento de un nuevo rastro.

PIES DESCALZOS

La sala brumosa 
Sacude los viejos espíritus 
Y te veo sonreír de nuevo. 
Un antiguo sabor de miel 
Cicatriza en mis labios abiertos 
Mientras te espero.

Como siempre

Llegas arrastrando 
Los pies descalzos, 
Alargas tus manos.
Con las mejillas encendidas, 
Besas el aire fugaz 
De mis párpados descoloridos,
El dolor de un suspiro.

Te acercas

No oso toser las llamas
De este viento hiriente
Que va tras de ti
Persiguiéndote
Guiándome siempre
Por los profundos márgenes
De los más íntimos rincones
Del resplandor de tu cuerpo 

Y me pierdo

DELIRAR

Solidificarme
Después de permanecer 
Fundido
En un pliego de tu cuerpo.
De ser una chispa de cielo
En el punto más caliente
De las piernas abiertas
De la fiebre.

Delirar 
Con tu nombre en la frente 

Sin saber cuantas horas, 
Cuántas rendijas abrirás
Sin herirme. 
Averiguar la certeza 
Del dolor de mis ojos
En cada instante de oscuridad.
Tamizar tu mirar lloroso,
Dudar sin miedo ni añoranza
Hasta ver claro el atasco
Y perdernos perezosos