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domingo, 22 de marzo de 2015

DESPUÉS DE LA LLUVIA


  Sobrevino el silencio después de la lluvia. Como un borrón de tiza quebrada en una pared blanca. Como un estruendo repleto de despedida urgente. Como aquellas gotas que se hinchan y estallan en los adoquines, redondeados de tanto ir y venir pesado, mirando hacia arriba sin sentir nada. Ni el viento, ni la nieve ni siquiera el duro granizo de tus gritos. 

   Caminar siempre adelante sin paraguas, encontrar nuevos cobijos y firmes senderos. Escuchar una nueva voz besándome. Perder de golpe la vergüenza y lanzarme sin red a lo más profundo de tus brazos. Encender de nuevo el deseo y no detenernos. Descifrarte cada espacio vacío, tener la certeza de que me quieres tuyo y nos bastará,  después, con mirarnos a los ojos. Porque siento que eres el tren de medianoche. Porque acaso no lleguen màs, no haya más, ninguno más, y mañana no quiero despertar helado y sin billete en una estación desierta.

  Y, sin embargo, la confusión llena de miedo la travesía. Miedo de retroceder esquivando tus cabellos. Miedo de no saber apartar la niebla de ninguna de tus sonrisas. Miedo de que nuestros miedos se nos coman crudos y no seamos capaces. Miedo de los frenos que nos atan los pies y esposan nuestras manos.

   Vivir nuestra banda sonora tras los cristales del autobús viendo caer, mansa, la lluvia que nos acuna mientras el rugido del motor nos adormece sin sentir,  abrazados en el calor de un sueño compartido. 

 Y sentirme tan extraño que no quiera llegarte tarde. 

   Verte como un dibujo que toma forma poco a poco. De líneas que se solidifican en un papel blanco por estrenar. Y desearte a pesar de todo. Sin mañana, sin ayer, sólo ahora que las estrellas nos sonríen y nos hablan al oído, susurrándonos suavememte que no nos rindamos.  Porque el futuro, aunque arisco, todavía nos pertenece.

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