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domingo, 24 de mayo de 2015

TARDE

TARDE


   Acabo de comer y el estómago ya me protesta. Aún no has venido y la habitación continúa vacía. Fría. No hacen falta explicaciones. No te las pido. Eres libre de todo. De todo excepto de la colcha. Tus ojos todavía están en ella y no creo que se desprendan nunca. Lástima que llega el verano y tendré que doblarla. Tendré que guardarla hasta el invierno que viene y quién sabe si todavía estarás ahí. La siesta me reclama sin misericordia. Me acuesto perezoso en el último día de tus puntos sueltos, deshilachados como siempre. El calor humedece mi cuerpo y se me pega la ropa. Puede que primero me dé una ducha. Salgo fresco y a punto. Abro la ventana y el sol me acaricia. Mi piel todavía blanca recuerda las tardes de verano con añoranza. Pronto el mar me absorberá y nadaré hasta encontrarte, cerca del sol. Hasta el fondo de todos los sueños. Hasta terminar de darte aquel beso que todavía tenemos pendiente. Incluso en los sueños té me escurres huidiza. He cometido muchos errores y no quiero que seas uno de ellos. Bajo la persiana hasta la mitad. Ahora el aire no molesta, más bien se agradece un poco de fresquito en medio de esta densa calor. Me tumbo sobre la cama y te hablo de sueños, de ilusiones en un punto perdido, de deseos interminables. El minino bosteza acostado sobre mis pies. Pongo la mano bajo la colcha y la muevo rápida. Se abalanza como un león se lanza sobre los ñus. Los ojos se me cierran poco a poco. Te pienso en el último instante antes de caer en manos de los sueños, allí donde espero encontrarte. Me invade el sopor y no me doy cuenta que ya duermo. 

   Te acercas lenta y translúcidamente. Con el índice me haces callar y aproximas vaporosamente a los míos tus labios aún rojos. El aire se hace a un lado y el contacto fluye azucarado. Tu suavidad es extremadamente deliciosa, como pétalos de rosa de madrugada. Nos entretenemos un largo rato, denso, intenso, perdiendo de vista los ángeles y los demonios. Mordiendonos ligera y cálidamente, nos separamos. Poco a poco, como si lo supiéramos. Tus ojos de limón esparcen por todas partes la fragancia del momento. Y respiro aliviado viendo el sueño cumplido. Te dejo marchar y sé que volverás. Sólo hemos terminado el primer sueño.

   Despierto sobresaltado. Los truenos estallan uno tras otro y los rayos encienden la habitación. El gato ya no está. Seguro que está debajo de la cama. Cierro la ventana de golpe y bajo la persiana estirando la cinta demasiado fuerte. Baja con estrépito. Me siento en la cama sudando y te recuerdo: te recuerdo besándome ... Por fin, el sueño parece haberme visitado ... Y sonrío, esperándote de nuevo ...

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