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jueves, 10 de marzo de 2022

DESDE EL PESCANTE DE LA DILIGENCIA

Contaba mi padre que conoció a Billy el Niño. Lo había llevado de Nuevo México  a Arizona al morir su madre. Sólo era un adolescente en busca de trabajo y papá le dejó viajar a su lado y le enseño a manejar el látigo y las riendas. Billy decía que de mayor tendría su propio rancho. Cuando los asaltantes detuvieron la diligencia, nadie se movió. Levantaron todos sus manos y Billy silbó, disimulando. Miss Presley recibió un balazo que le partió la tráquea y su amado no llegó a conocerla carnalmente, ni hubiese podido pues el segundo disparo de los forajidos le arrancó de cuajo los huevos. Mientras uno de los bandidos vigilaba, los otros registraban los equipajes. Parece ser que al vigilante le llamó la atención el silbo de Billy y le inquirió sobre dónde había escuchado esa canción, una vieja balada irlandesa. No debió el hombre bajar la guardia pues Billy, haciendo ademán de ir a contestar, asió el revólver de papà y disparó cuatro veces: el irlandés, los dos ingleses y el negro sembraron de sangre el polvoriento camino.  Billy, catorce años, iniciaba una leyenda. Papá siempre nos contaba que desde el pescante de la diligencia se ve todo más claro y ese día más que nunca.

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