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domingo, 14 de junio de 2015

NOCHE


NOCHE

   La tormenta se desvaneció tal como llegó. Sin avisar. Los últimos fulgores del atardecer lucen concentrados en los muelles metálicos de las pinzas de tender, chorreando las últimas gotas de lluvia. El Arco Iris se insinuó perezoso un rato, por encima de las azoteas, pinchado por las antenas colectivas de la televisión hasta que la noche se lo llevo como recuerdo. Afortunadamente no tendí  la colcha fuera. No me preguntes por qué. Ahora tu rostro aparece recién lavado, como estampado con tinta invisible en las fundas de las almohadas. Puedo ver todos sus contornos cuando me acerco y mi cuerpo está caliente. Se dibujan en ellas nítidamente tus labios rojos, esos que tantos disparates me hacen imaginar. Aquellos ojos tan verdes que cautivan mi entendimiento. Aquellos mechones rubios dejados caer ...

   La tormenta, digo, ha dejado un aire suave de calles limpias y aire transparente. Miro la plaza y la luna reflejada en un charco me recuerda que hace días que no te he visto. Solamente te adivino al otro lado de las ondas del móvil, en la pantalla del ordenador o detrás un icono todavía por abrir. Me iría a dormir si supiera que podría hacerlo pero sé que nuevamente pasaré la noche revolviéndome en la cama y no te encontraré.  Que me levantaré y buscaré mi sueño, en vano, en las diminutas imágenes de los azulejos del baño. Tal vez te diré que te quiero sin borrarlo, tal vez no te diga nada, tal vez miles de besos colapsarán la red, tal vez ... sólo te miraré y engarzaré sueños con la sonrisa de tus ojos. 

   Como quisiera deslizarme por los codos de la noche y encontrarte en un punto de libro, esperándome. Leerte de pies a cabeza hasta el último trazo de amor que me posea inalcanzable, tanto de día como de noche, y disfrutar de un solo pedacito de tu alma mordiéndome. Como quisiera de amor entender que sin ti moriría, hacerte entender que un reflejo de tus ojos sería suficiente para curarme.

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