ESPINAS
Le extrañaba que el rosal que le había regalado la abuela creciera sin espinas mas no le daba importancia. Creyó que era uno de los experimentos del yayo, afamado ganador en varios de los concursos florales de la comarca. Esta mañana, sin embargo, algo extraño y fuera de lugar le ha parecido ver en uno de los capullos que comienzan a florecer, una mínima diferencia que tal vez sea producto de su imaginación. Han comido los dos juntos, como siempre desde que él se jubiló y, mientras ella friega los platos y él fuma en el sofá, el run-run en su cabeza no deja de incomodarla. ¿Qué cosa será que no cuadra? Después se mete en la cama para su siesta diaria. Duerme unos instantes y despierta sobresaltada. El yayo sigue en el sofá, adormilado y con el pantalón lleno de ceniza. Sabe que no volverá a levantarse. Sale al jardín como una autómata. Se acerca al rosal. El capullo en el que se había fijado ha crecido desproporcionadamente. Sin sus gafas no puede verlo claramente pero cree adivinar cómo una boca se abre en él con muy mal propósito. Luís sabía que ella siempre se olvida las gafas así que deberá acercarse mucho. Pensaba llevar esa rosa al concurso internacional...
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