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lunes, 21 de diciembre de 2015

PABLO

PABLO

Siento entumecida mi entrepierna. Aquello que minutos antes era grande y duro aparece  ahora mustio i empequeñecido. Recuerdo tus nalgas turgentes, algo caídas, balanceándose como gelatina sobre mi vientre. Tu estrecho orificio vaginal masajeando frenéticamente mi reluciente glande vibrátil. Todo el placer concentrado en un punto preciso. Te retiras y me miras, sonrientemente desnuda y resplandeciente. Agarras la esponja. La introduces en la palangana y lavas con ella mi torso, mis piernas, mi espalda, mi pecho, mi pene.. Lentamente Me vistes: el eslip y la camiseta de tirantes. No necesito nada más. Acercas la silla y llamas a gritos a Pablo, el auxiliar, para que te ayude a meterme en la cama.Tendré que estar agradecido que mi sexo sea la única parte de mi cuerpo que conserve sensibilidad tras el accidente.



COMA

COMA

   Hace unos días Luís entró en coma virtual. Primero fue la tablet. Resbaló con una piel de limón que había quedado en el suelo. Se había levantado para ir a sacar una cerveza bien fría cuando el aparato se le escurrió de las manos yendo a caer sobre la mesa de centro, la pantalla hecha añicos, la mesita –de cristal- también.

   Con el Ipad maltrecho bajo el brazo, camino del servicio técnico, un sms le salvó al ir a cruzar la calle con el semáforo en rojo y un tráiler repleto de cerdos aproximándose veloz. Asió el teléfono sin despegar el brazo del cuerpo no fuera a caérsele de nuevo la tablet. En su ímpetu, el pequeño terminal acabó también saliendo despedido. El camión no lo vió. 

   Desde ese día camina con la mirada al frente sonriendo a las señoras que le dicen buenos días al entrar a tomar café al bar. Deja incluso propina y el chino se rie con los ojos cerrados. Ha quedado varias veces con María, clienta habitual,  y hasta la besó la última vez que salieron.

   Hoy ha recibido dos llamadas al fijo. Una le avisa que puede ir a recoger su aparato. En la otra, la compañía telefónica lo  aturde con una oferta irrechazable. 

   No lo duda: permanecerá en coma con María antes que caminar hacia la luz  del final del túnel.

   

   

EL REGALO

EL REGALO

El regalo se quedó en el bus el día que se dijeron adiós. Llovía. 

Hoy la tormenta inunda las calles de un pueblo remoto  y convierte las avenidas desde la parte alta en arroyos  que arrastran todo a su paso. Paraguas rotos, perros y algún transeúnte que bracea a merced de la turbia corriente. Después, las noticias hablan de fútbol.

Apura el tercer café y ella no aparece. Tomaría cerveza pero no quiere dar mala impresión. Lleva una hora en el bar y ya ha rastreado todas las redes sociales y releído los periódicos. La tele da el tiempo. El móvi  continúa en silencio. Ni siquiera un mensaje. Se decide, al fin, por una cerveza que acaban siendo varias. Mira el reloj: las ocho. No puede ser. Comprueba la hora en el móvil: las ocho. Tres horas. Se marcha.

Camina cabizbajo y con la mano tantea el pequeño paquete que guarda en su bolsillo derecho. Llega a la parada del autobús y entonces la ve despidiéndose a besos de un hombre. Sonríen. Ella se acerca sin verle aún. Cuando lo descubre ya sabe que lo ha visto todo. Solo alcanza a balbucear una excusa. No hay discusión. Todo parece claro.

Sube al bus. Al disponerse a bajar, saca el paquetito y lo deja en el asiento...