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jueves, 8 de junio de 2017

FLUJOMETRIA

FLUJOMETRÍA

El 99 va repleto a esta hora de la tarde y ya no puedo más. Un litro y medio de agua en mi vejiga y calculo que aún tengo una hora hasta la clínica. No aguantaré, de pie y apretujado por abuelas y niños, incandescentes éstos al salir del colegio. Pienso en la relatividad espacio-temporal y en cómo se contrae todo ante la urgencia.
Paso a un cuarto pequeño y la enfermera me ofrece un artilugio para orinar. Un poco rústico el embudo, el vaso, la balanza. Todo demasiado normal. Desenfundo mi flaccidez y empiezo, ojos cerrados. Recuerdo cuando la doctora me tocó después de la vasectomia o cuando las ladillas. Creo que en estos casos el inconsciente inhibe las reaciones.
Pienso en ríos y en arroyos de aguas frías al tiempo que siento mojarse mis rodillas y navega ante mí, a la deriva, el sillón del doctor. Afuera el sol brilla sofocante. Salimos por la ventana, a nado, enfermeras, pacientes y acompañantes. El doctor no está. Los objetos pesados caen sobre el césped amarillento de los jardines mientras mi orina desborda las calles arrastrando vehículos y transeúntes, ahogando  irremisiblemente a todos aquellos que esperan, mohínos, los servicios mínimos del metro.