“Házmelo con la dulzura
De un catéter en las ingles
Con el sopor de la aguja
En su animal agonía
Punzante
En las carencias
De mis hígados flotantes"
Fueron las primeras palabras que Carlos escuchó al despertar. No era capaz de recordar si canción o poema; si noche loca o vela interrumpida. No recordaba tampoco la sacudida de la tostadora ni la chamusquina de sus dedos ennegrecidos. En este momento sólo intuía que escribía para ella en aquella noche oscura.
Antonia se debatía, meses después, entre matar o morir, entre la agonía y el vacío, todo o nada, cuando sintió el roce de las vendas en su codo desnudo. Había conectado la grabación con aquellas últimas palabras, una vez más, y apoyado la cabeza en sus brazos cruzados sobre la cama ocupada por aquel su hombre ¿soñaba? Levantó la mirada en su duermevela y vió de nuevo y por última vez aquellos ojos azules recitando:
"...de un catéter en las ingles...
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