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sábado, 18 de agosto de 2018

EL HIJO DEL TAXIDERMISTA

TXAC!!

El chasquido  de los guantes de látex al ajustarlos a las muñecas siempre le producía escalofríos de placer, igual que los instantes previos a un orgasmo. Debía hacerlo mejor esta vez. Era muy perfeccionista y el último trabajo no había acabado de convencerle. En esta ocasión alargó unos minutos el tiempo de congelación, manteniendo la temperatura. Una vez despellejado el cuerpo se dedicó a alisarlo concienzudamente con una pequeña y precisa amoladora pensada par tal menester hasta dejar reluciente toda la piel. También aumento mínimamente el tiempo de inmersión del cuerpo. La aguja del temporizador oscilaba rápida y convulsivamente en un epiléptico tembleque.

-Ya está- se dijo Abel.

Sacó el cuerpo de la piscina de escayola y lo dispuso de pie sobre el escalón más alto del pódium que presidía la habitación. En posición bípeda parecía más alto. Dispuso sus manos con las uñas mirando hacia el techo. Los colmillos asomaban sus puntas a través de una triunfal sonrisa. Prendió los ventiladores. Una vez estuvo la escayola seca, vistió el molde con la piel convenientemente encerada, pegando a ella con mucho cuidado  mechones de pelo allí donde fuese necesario. Aquel especímen era el ganador. Por eso lo había colocado en el número uno. En el dos estaba la madre, su esposa de Abel. En el tres, empatadas, sonreían las mellizas. El número uno solo tenía un ojo. Había perdido el izquierdo jugando con los nunchakus cuando crío. Ahora, desde el primer puesto del pódium le guiñaba un ojo. No había ninguna duda: el hijo del taxidermista, con su verde ojo derecho, era el ganador...

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