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lunes, 21 de diciembre de 2015

COMA

COMA

   Hace unos días Luís entró en coma virtual. Primero fue la tablet. Resbaló con una piel de limón que había quedado en el suelo. Se había levantado para ir a sacar una cerveza bien fría cuando el aparato se le escurrió de las manos yendo a caer sobre la mesa de centro, la pantalla hecha añicos, la mesita –de cristal- también.

   Con el Ipad maltrecho bajo el brazo, camino del servicio técnico, un sms le salvó al ir a cruzar la calle con el semáforo en rojo y un tráiler repleto de cerdos aproximándose veloz. Asió el teléfono sin despegar el brazo del cuerpo no fuera a caérsele de nuevo la tablet. En su ímpetu, el pequeño terminal acabó también saliendo despedido. El camión no lo vió. 

   Desde ese día camina con la mirada al frente sonriendo a las señoras que le dicen buenos días al entrar a tomar café al bar. Deja incluso propina y el chino se rie con los ojos cerrados. Ha quedado varias veces con María, clienta habitual,  y hasta la besó la última vez que salieron.

   Hoy ha recibido dos llamadas al fijo. Una le avisa que puede ir a recoger su aparato. En la otra, la compañía telefónica lo  aturde con una oferta irrechazable. 

   No lo duda: permanecerá en coma con María antes que caminar hacia la luz  del final del túnel.

   

   

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